Catarsis verborrágica.
Yo escribo porque estoy loco. Porque sé lo que quiero. Porque se me olvida. Soy un sujeto extraño y complejo, y no me da corte decirlo, pues no pretendo fingir una normalidad que nadie tiene realmente. En este blog vomito cuanta mierda se me ocurra. Los escritos acá publicados pueden ir desde el rosario más grosero, hasta la más fina composición hecha a base de metáforas y palabras bellas.
Thursday, March 14, 2013
Sunday, November 11, 2012
La Amiga con Ventaja.
La amiga con ventaja me ha hablado de sexo en varias ocasiones. Impúdica y erótica, a ratos me relata imágenes de ambos revolcándonos como dos gatos pícaros que juegan a pelear.
Estoy en su casa y se hace la coqueta. Juega con su pelo largo. Su dedo índice entre sus labios. Yo la miro y en el fondo algo de cohibído me siento.
Me mira con esos ojos de intenciones distorsionadas, violadores de los míos propios. Me toma entonces de la muñeca, guiándome hacia su pieza, bajo la excusa espontánea de ayudarla con algo o de querer mostrarme algo; ¿qué importa, si su escote absorbente es mejor anzuelo que sus mismas palabras?
Yo, ingenuo y embriagado de falsa inocencia, sólo espero algo trivial. Su cama está hecha y las cortinas cerradas. Su perfume circunda el ambiente. De repente, de la nada, me empuja con una fuerza que me lanza hacia su cama.
Me doy vuelta, la miro. Ella se abalanza sobre mí, cual león fiero sobre su presa. Me besa el cuello y lo muerde, y así poco logro respirar.
Le pregunto si está segura de lo que hace, a lo que me responde con nada más que silencio, para continuar con su fácil misión de enervarme.
Le beso los labios. Esa boca que nunca pensé hace dos años que algún día los estaría impactando con los míos.
Me quita el pantalón, la camisa y muere de risa. Una sonrisa coqueta que me convierte de palo a tronco.
Acaricio sus prominentes senos y los descubro. Al rato me estoy alimentando de ellos.
Pensar que haciendo esto mismo hace meses, me habría sentido culpable, como rompiendo la pureza de una fidelidad intacta; una traición a promesas selladas, a algo que era potencialmente un mero recuerdo.
Yo le quito ya sólo sus restantes calzones. Me sienta en una orilla de la cama y se monta en mi regazo. Cree que soy algo así como una bicicleta.
La amiga con ventaja juega a que somos dos piezas de rompecabezas; nos armamos y desarmamos con una intermitencia paradisiaca, una fricción que me exorcisa de cada gota de sudor y energía contenida por mi cuerpo, una moción que sólo me vuelve loco.
Entre tanto cielo y arcoíris su piel suave y sus pechos rebotantes regresan tras una cortina de luces estroboscópicas. Mi corazón se cansa; corre raudo como diez atletas que llegan simultáneamente a la meta. En eso, rompen todos juntos la cinta y se escucha un disparo, los gritos del público y al momento estoy nuevamente ahí, ahora jadeando. La habitación reaparece a mi alrededor. Ella ha calmado sus gritos. Se para y se echa sobre la cama. Nos miramos profundamente a los ojos y reímos, sin decir ninguna palabra.
Y así en su cuerpo moreno, la tarde ha muerto.
Estoy en su casa y se hace la coqueta. Juega con su pelo largo. Su dedo índice entre sus labios. Yo la miro y en el fondo algo de cohibído me siento.
Me mira con esos ojos de intenciones distorsionadas, violadores de los míos propios. Me toma entonces de la muñeca, guiándome hacia su pieza, bajo la excusa espontánea de ayudarla con algo o de querer mostrarme algo; ¿qué importa, si su escote absorbente es mejor anzuelo que sus mismas palabras?
Yo, ingenuo y embriagado de falsa inocencia, sólo espero algo trivial. Su cama está hecha y las cortinas cerradas. Su perfume circunda el ambiente. De repente, de la nada, me empuja con una fuerza que me lanza hacia su cama.
Me doy vuelta, la miro. Ella se abalanza sobre mí, cual león fiero sobre su presa. Me besa el cuello y lo muerde, y así poco logro respirar.
Le pregunto si está segura de lo que hace, a lo que me responde con nada más que silencio, para continuar con su fácil misión de enervarme.
Le beso los labios. Esa boca que nunca pensé hace dos años que algún día los estaría impactando con los míos.
Me quita el pantalón, la camisa y muere de risa. Una sonrisa coqueta que me convierte de palo a tronco.
Acaricio sus prominentes senos y los descubro. Al rato me estoy alimentando de ellos.
Pensar que haciendo esto mismo hace meses, me habría sentido culpable, como rompiendo la pureza de una fidelidad intacta; una traición a promesas selladas, a algo que era potencialmente un mero recuerdo.
Yo le quito ya sólo sus restantes calzones. Me sienta en una orilla de la cama y se monta en mi regazo. Cree que soy algo así como una bicicleta.
La amiga con ventaja juega a que somos dos piezas de rompecabezas; nos armamos y desarmamos con una intermitencia paradisiaca, una fricción que me exorcisa de cada gota de sudor y energía contenida por mi cuerpo, una moción que sólo me vuelve loco.
Entre tanto cielo y arcoíris su piel suave y sus pechos rebotantes regresan tras una cortina de luces estroboscópicas. Mi corazón se cansa; corre raudo como diez atletas que llegan simultáneamente a la meta. En eso, rompen todos juntos la cinta y se escucha un disparo, los gritos del público y al momento estoy nuevamente ahí, ahora jadeando. La habitación reaparece a mi alrededor. Ella ha calmado sus gritos. Se para y se echa sobre la cama. Nos miramos profundamente a los ojos y reímos, sin decir ninguna palabra.
Y así en su cuerpo moreno, la tarde ha muerto.
Thursday, October 18, 2012
Cassandra.
Tus caderas casi desnudas bailan con la luz de los faros; aquellos que marcan la presencia de una extenuante noche que te espera. Fumas y fumas para matarte a ti y al cansancio que tu pega implica. ¿A dónde vas, Cassandra? ¿Vas nuevamente a engañarme con uno de esos tantos desesperados que te pagan para sentirse como astronautas, clavándote el asta de una bandera de sudor y pasión fría y por tanto tiempo abstenida?
Oh Cassandra, tus ojos recorren la calle pobremente iluminada en busca de algún auto, aunque sea el más miserable cacharro que aparezca, para luego ir y hablarle a su conductor con esa voz provocativa y penetrada que falta sólo que tu propio e ingenuo padre conozca.
Te miro y y me divisas, me reconoces. Te saludo pronunciando aquel nombre que nunca pensé que recordaría por más allá de una noche. Luego te muestro algo atrayente; un pedazo de papel que representa 10 mil unidades de pura avaricia; te lo ofrezco a cambio de una hora de tu tiempo. Me guías hacia el callejón oscuro más próximo; al mismo que me llevaste la otra vez para también sacarme la pistola, pero sin asaltarme. Vuelves a ser mía. Es una hora en que vuelvo a oír tus suspiros sordos y poco doloridos, debido a esta costumbre tuya. Es una hora en que te siento, te toco, te ultrajo y con suerte sé tu nombre.
Sin embargo, es una hora más en la cual, creo que te empiezo a querer.
Oh Cassandra, tus ojos recorren la calle pobremente iluminada en busca de algún auto, aunque sea el más miserable cacharro que aparezca, para luego ir y hablarle a su conductor con esa voz provocativa y penetrada que falta sólo que tu propio e ingenuo padre conozca.
Te miro y y me divisas, me reconoces. Te saludo pronunciando aquel nombre que nunca pensé que recordaría por más allá de una noche. Luego te muestro algo atrayente; un pedazo de papel que representa 10 mil unidades de pura avaricia; te lo ofrezco a cambio de una hora de tu tiempo. Me guías hacia el callejón oscuro más próximo; al mismo que me llevaste la otra vez para también sacarme la pistola, pero sin asaltarme. Vuelves a ser mía. Es una hora en que vuelvo a oír tus suspiros sordos y poco doloridos, debido a esta costumbre tuya. Es una hora en que te siento, te toco, te ultrajo y con suerte sé tu nombre.
Sin embargo, es una hora más en la cual, creo que te empiezo a querer.
Thursday, October 11, 2012
Reflejo.
¿Lo ves a él? Sí, exacto, al que está en el espejo. ¿No notas su cara de extrema seguridad, su sonrisa confiada, a veces rozando en arrogancia? Te diré algo. No le creas. No tienes por qué. Es falso. Detrás de sus ojos investidos de honor, se esconde algo miserable, que apenas logra ser verdadero. Si pudieras entrar y leer su mirada, notarías que no es menos irregular que un globo desinflándose. En su interior ha habido miles de calentamientos globales; ha pasado por climas tropicales; días de un sol infernal; otros días se inunda en un diluvio que prefiere callar. No pretendas entenderlo, ni siquiera sabe lo que quiere. ¿Qué ha de querer siquiera un ser distorcionado y con estabilidad mal herida? Te miente a destajo y no le importa, pues asume que con tal de que no te des cuenta de su engaño, todo estará bien. Cree él, que planeando todas las escenas en su cabeza, de conversaciones y humillaciones verbales de calidad Shakespeareana, será capaz acaso de seguir adelante. Pero, ¿de qué le sirve? Las cosas nunca ocurren como él quiere, porque es mitad perdedor, mitad algo que no sabría realmente definir. Él lo sabe, pero pretende ocultártelo. Finge ser fuerte, mas su gran arma contra la adversidad es cobijarse en una cara seria y melancólica, siendo ésta el manifesto de rencor y molestia hirviendo; disgusto y desprecio marcado por la imagen constante de quienes detesta cayendo al vacío para no volver a la superficie. Yo lo sé y tú también ahora lo sabes. En realidad, siempre lo has hecho, pero no haces más que negarlo. Es hora de que abras los ojos y asumas de una vez por todas, que el del espejo soy yo, y yo también soy tú.
Sunday, October 7, 2012
Lárgate.
Te paras frente a mí, con aquella cara de indiferencia que te identifica. Me hieres, no me hablas. Me dices cosas por el silencio, y no entiendo cuál mierda es tu mensaje en definitiva. ¿Se supone acaso que deba entenderte? Por favor, eres mujer. ¿Hay alguien que las entienda? Si intentara hacerlo sería estúpido.
Piensas en mí cada noche, como un ritual sagrado y osas aparecerte entre mis relajantes sueños, yo te ignoro y no le duele a nadie más que a mí mismo. Es como una puta flecha que rebota (de alguna forma) en el espejo e impacta directamente en mi torrente sanguíneo. ¿Será que quieres o necesitas algo? Pues vete, acá no podrás saciar tus anhelos. ¿Por qué habrías de hacerlo? ¿Resolver tus problemas con quien tan cruelmente te pateó, te mandó a la mierda con sutileza? Eso creerás tú, pero tan pronto como llegues a capturar a mi rey, ya te habré cagado la partida.
Jaque mate.
Saturday, October 6, 2012
Pluviofilia.
Oh lluvia, te he visto tantas veces desnuda.
Hemos tenido sexo y los relámpagos han sido los pocos orgasmos que has tenido.
Oh lluvia, deja de llorar y perdóname por ser tan mal amante.
Te juro que en mis pensamientos es más fácil rozarte y darte una pequeña muerte.
A veces te violo por las noches mientras duermo, a veces ésa eres tú. Alcanzas los gemidos más fuertes a las 5 am y para eso de 1 de la tarde ya estás demasiado cansada y lista como para gritar más fuerte.
Oh lluvia, te amo y te detesto. Tus dolores de cabeza cuando el día es muy caluroso; tú tocándome cuando salgo y camino. Y a pesar de todo, tu arcoíris, maquillaje de siete colores corrido después de todo nuestro follerío le devuelve el aliento al cielo.
Un simple arranque poético.
A ti, que tus ojos son poesía;
expresiones incólumes de fuego triste,
de lagunas secas transformándose en lava.
Has hecho que la lluvia se evapore en pleno proceso;
has creado la tierra, las manos y las plantas,
y, con qué propósito?
A veces te miro y el mundo aprende a renacer:
Vuela como los colores y los metales;
sudas auras de inocencia cubierta
ocultando voces y miradas; amas, bebes y miras.
Pero tu inconciencia ha demostrado
tu débil ansia de germinar;
surges, caes, dibujas.
Miras al mundo y finges armonía
y en eso yo te miro,
continúo perdiendo mi sanidad,
la gente se desconecta de mí,
me buscan, me tragan,
pero yo los ignoro; de qué me sirven otras piedras,
si yo te quiero a ti, piedra rugosa;
fragilidad de porcelana fría y atractiva;
mente tácita disfrazada de labios sonrientes;
mejillas congeladas entre cataratas de pelos dicromáticos.
Eres vecina de mi pequeña alma
y sólo cuando sales por la noche;
cuando te busco; justo cuando en un abrazo
callo la metáfora de un prematuro te quiero,
me doy cuenta que en cada adiós te pierdo.
Me entero de que me gustas.
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